Meditación, muerte y dolor…

Un cadáver en descomposición tal vez no sea la ayuda ideal para meditar, pero en algunas de las decenas de miles de templos budistas de Tailandia es común encontrar a los monjes sumidos en sus reflexiones sentados frente a un cuerpo en descomposición.

La práctica de la meditación frente a un cadáver, que en general se limita a Tailandia en nuestros días, es un concepto antiguo en el budismo aprobada por el mismo Buda. Existen murales y manuscritos que tienen siglos de antigüedad en los que se muestran escenas de meditación junto a distintos tipos de cadáveres, algunos infestados de gusanos, otros cortados en dos o acosados por cuervos.

La desagradable imagen y el penetrante hedor de la carne al pudrirse en el calor del trópico pueden enseñarnos lecciones sobre preceptos budistas importantes, como el desapego a nuestro cuerpo físico y lo transitorio de todo, explicó Justin McDaniel, catedrático de estudios religiosos en la Universidad de Pensilvania.

El ritual se considera una poderosa forma de aprender a dejar atrás el egoísmo, comentó McDaniel, “y a menos egoísmo, más cerca se está del nirvana”.

El cadáver suele ser de un niño o joven que murió de manera inesperada. Una familia dona el cuerpo a un templo, con la esperanza de que la tragedia tenga algún beneficio para alguien más.

Los monjes consideran que los jóvenes fallecidos “representan lo mejor de la humanidad. Son inocentes, no tan egoístas ni codiciosos ni ambiciosos. Si algo tan hermoso puede descomponerse, ¿de qué sirve el orgullo o la vanidad? Además, nosotros somos más feos”, comentó el profesor.

Los abades que dirigen los templos (wats, en tailandés) de Tailandia tienen una enorme libertad para adoptar metodologías innovadoras en la práctica de la meditación y ciertas prácticas pueden limitarse a un solo santuario.

En un templo en la provincia de Nong Bua Lamphu, un monje medita en lo que parece ser aceite caliente. En otro, Wat Tham Mangkon Thong, las monjas meditan mientras flotan en una alberca. En Wat Pai Civilsai, han meditado dentro de una caja con serpientes pitón. Los monjes también meditan en cuevas y ataúdes, donde la oscuridad absoluta mejora la concentración.

Los Monjes del Bosque, como se hacen llamar, obedecen estrictas prácticas ascéticas conocidas como dhutanga, y se dice que meditan mientras caminan durante semanas sin recostarse, ni siquiera para dormir.

Los monjes no son los únicos en meditar de maneras que parecen extremas.

Julia Cassaniti, profesora de antropología en la Universidad Estatal de Washington, caminaba por los bosques de un monasterio tailandés cuando escuchó gritos que provenían de una choza. Los seglares en su interior estaban usando la meditación para interactuar con sus vidas pasadas, una lucha cuyos partidarios califican como dolorosa.

Una técnica de meditación que tanto monjes como seglares practican es un periodo de 10 días de meditación en absoluto silencio. Algunos templos ofrecen retiros de meditación para turistas y alientan a los visitantes a permanecer despiertos durante los últimos tres días.

“La privación del sueño se considera útil para llegar a los últimos estadios de iluminación”, explicó Brooke Schedneck, conferenciante en estudios budistas en el Institute of South East Asian Affairs en Chiang Mai, Tailandia.

La meta de la meditación para todos los budistas es aprender más sobre verdades espirituales. Estas prácticas más extremas, afirmó Cassaniti, pueden “intensificar el acceso, para llegar a ellas con mayor rapidez e intensidad”. (Publicado por The New York Times en español)

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