¿Joven y no revolucionario? La sociedad del miedo

La actual no es una juventud que no sea revolucionaria, sino que ya no tiene el marco posibilitador para serlo; las revoluciones no son individuales, sino colectivas, y hoy desaparecen desde su génesis, que es la oportunidad de compartir ideas, aseguró David Pastor Vico, conferenciante y promotor de la Red Universitaria de Aprendizaje de la UNAM.

Esta es una sociedad con miedo. El joven que estudia bajo el amparo de la economía familiar no se atreve a levantar la voz, porque no quiere perder lo poco que tiene. “Nos convertimos en personas conformistas y conservamos la poca miseria que tenemos como si fuera oro”, añadió el experto en ética de la comunicación y la transmisión de valores en el ámbito educativo.

Como parte del ciclo de Conversaciones sobre el 68 organizado por la Unión de Universidades de América Latina y el Caribe, señaló que los jóvenes de hoy en México serán la primera generación que viva peor que sus padres y, no obstante, siguen pensando igual que ellos; sin una mentalidad más abierta, con mayor capacidad de entendimiento y evolución social.

Individualismo

El profesor de asesoría y tutoría pedagógica en la Dirección General de Deporte Universitario explicó que se ha pasado de un sentido de colectividad y grupo, como el de los hippies de los años 60 del siglo pasado o los rockeros de los 70, a una sociedad individualizada.

El Latinobarómetro indica que en 1996, 30 por ciento de los mexicanos creía que podía confiarse en los demás; en 2006 el porcentaje se redujo a 15 por ciento y en 2018 otro punto porcentual. Un estudio de confianza interpersonal del Instituto Nacional Electoral (2015) concluyó que no hay diferencia de criterios entre jóvenes y adultos.

En la Sala de exposiciones temporales del Centro Cultural Universitario Tlatelolco mencionó que esta edad es un periodo que ocurre de manera no concreta porque los jóvenes actuales son los viejos de mañana, y los nacidos hoy serán los jóvenes dentro de unos años.

“Su temporalidad es un marco demasiado grande y, además, anclada a parámetros del aquí y el ahora, a dónde naces, en qué nexo cultural, en qué ambiente familiar y clase social, entre otros”, manifestó.

Así, las circunstancias de cada juventud han sido diferentes. En 1960 o 1972 la aseveración de que ser joven era ser revolucionario fue una lógica aplastante. Se premiaba de alguna forma ese afán reivindicador; por supuesto, era sometido por la dictadura de lo establecido, pero el contramensaje era útil.

Cuando pensamos en cultura, juventud y años 60 nos vienen imágenes del festival de Woodstock, de rebeldía, de 500 mil chicos en el barro fumando marihuana, oyendo a Jimi Hendrix o Joe Cocker, los mismos jóvenes que en los años 80 se convertirían en los yuppies en Wall Street.

En los años 70 se podía ser revolucionario porque había un marco cultural que lo permitía; los tiempos del punk y los albores del heavy metal. “Led Zeppelin o Black Sabbath nacen bajo el amparo de una juventud oprimida dentro de una estructura industrial férrea, con gobiernos conservadores a los que se intenta dar la vuelta”.

Sin embargo, entre los 70 y 80 ocurre la era Reagan y Thatcher, y se registra una transición musical hacia el pop, que ya no tiene la posibilidad de un ambiente de rebeldía, sino de distracción y aspectos lúdicos. “No hay una canción de Michael Jackson que nos haga salir a las calles a levantar los adoquines”.

Esa domesticación se convirtió en mass media, en una empresa, una industria. Los discos de Bob Dylan se compraban casi a escondidas porque tenían mensajes subversivos, pero a partir de los años 80 eso desapareció y los canales de comunicación de los jóvenes se convirtieron en revistas como TVyNovelas.

De los 80 a los 90, agregó Pastor Vico, ya no hay dos potencias intentando demostrar que una es mejor que la otra; sólo queda una. Y desde entonces encontramos que la música más escuchada por los jóvenes es el reggaeton.

La posibilidad subversiva que daba la contracultura musical ya no existe. Aunque siempre habrá un concierto de heavy metal, los públicos serán cada vez más marginales. Entre esas audiencias hay muy poca regeneración y “cuando vemos a un chico heavy de 15 años le aplaudimos y le decimos ‘sigue así, no te vendas al pop, no te vendas a Maluma’”.

Hoy en día se nos muestra una juventud sexualmente abierta, sin los tapujos de generaciones anteriores, lo cual es laudatorio; pero este no es el único tema que debe tratarse porque, al final, esos consumos son individuales, finalizó.

(Con información de Gaceta UNAM)

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