Eutanasia, entre la ciencia y la fe

Postrados sobre sábanas, de manera horizontal, con incesante sufrimiento físico, emocional, psicosocial, con padecimientos graves en fases avanzadas.

Se calcula, según cifras de la Organización Mundial de la Salud, que anualmente más de 20 millones de pacientes requieren cuidados paliativos al acercarse el final de su vida por enfermedad.

“En Alaska, se sabe que cuando una persona ya tiene una muy avanzada edad y está enferma y/o ya no tiene esperanza o sentido de vida, se aparta, camina y camina y la nieve lo termina cubriendo hasta que fallece”, dijo Arnoldo Kraus, académico e investigador de la Facultad de Medicina.

Esos son casos extraordinarios, pero en México, mencionó, hay que proveer a la población de datos e información del por qué ayudar a morir es un acto que tiene sentido, que no atenta contra Dios ni contra la sociedad o el Estado.

“El rechazo a la eutanasia activa y al suicidio asistido proviene de la fe, de las religiones. Hay una norma estricta que dice que Dios da la vida y únicamente él puede quitarla. Eso lo pregona la mayoría de las religiones, y al diseminar esta idea entre sus feligreses es complicado que volteen a ver otra posibilidad”, subrayó el especialista.

Cuando se habla de eutanasia, afirmó, pensamos que es una persona que se considera autónoma, que ejerce su derecho y libertad. El padecimiento recurrente para solicitarla es cáncer, pero hay otras enfermedades, y en todas puede uno acercarse a una buena muerte.

“La única manera de anteponer esta autonomía contra la religiosidad es diseminar la necesidad de debatir sobre la calidad de muerte y contraponerla con los argumentos divinos. Eso es lo que se tendría que hacer, tener interés ante todo de la Secretaría de Salud, para que esto prosiga, y diálogo con las instancias religiosas hasta donde sea posible”, manifestó.

Morir: vivir

El también integrante del Colegio de Bioética y del Seminario de Cultura Mexicana explicó que la eutanasia activa implica la actuación de un médico que le suministra al enfermo, quien le ha solicitado morir, la medicación por vía intravenosa para que fallezca en poco tiempo.

En tanto, el denominado suicidio asistido consiste en que el galeno le señale al paciente los fármacos adecuados vía oral, para que él los tome, los ingiera cuando quiera, como quiera, y acompañado de quien desee, no necesariamente del mismo médico.

La eutanasia, enumeró Kraus, está autorizada en cinco países: Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Canadá y Colombia; el suicido asistido, en Suiza y algunas entidades de Estados Unidos como Oregon, Vermont, Washington y recientemente California y Montana.

La mala fama de estas prácticas se remonta, recordó, a la época del nazismo, pues dicho régimen aplicaba la eutanasia a todo, incluyendo individuos que para ellos no eran perfectos, independientemente de situaciones morales o raciales.

“En México no está permitido nada de esto, poco se habla al respecto. La Secretaría de Salud no ha mostrado interés en avivar el tema de la eutanasia, ni hay conversaciones amplias sobre ello. La opinión pública en México se mueve mucho más que la opinión política, y un grave problema es que los tomadores de decisiones no tienen la posibilidad de abrir algo tan complicado como esto, porque están dedicados a otros asuntos.”

Finalmente, Arnoldo Kraus expresó que el médico debe tener interés en temas de filosofía de la medicina, como la relación médico paciente, el reto y la obligación de acompañar a morir a una persona.

“Hay que leer más allá de los textos de medicina y de farmacéutica; ser amigo y empático con el enfermo, conocerlo, y explicar que hay un momento en el que el derecho a decidir sobre la vida personal ha llegado”.

Eutanasia, reclamo social

El proceso de envejecimiento de la población mexicana así como el incremento de las enfermedades crónico-degenerativas hace necesario que en la nación se inicie la discusión respecto a la eutanasia o suicidio asistido, pues los viejos y enfermos tienen derechos que exigir y ejercer, afirmó Diego Valadés, académico del Instituto de Investigaciones Jurídicas.

“Aunque la dirigencia política del país no esté preocupada en el tema, sí es una inquietud que va avanzando en la sociedad, de manera que muy pronto se convertirá en un reclamo social”, sostuvo el abogado constitucionalista.

Una muestra de esta preocupación, prosiguió, se refleja en la encuesta nacional de la asociación Por una muerte digna, en la que 63 por ciento de los entrevistados opinó que ante una situación terminal y dolorosa es aceptable la eutanasia.

“Este procedimiento de suicidio asistido se consideró, por mucho tiempo, aplicable sólo a quienes sufrían padecimientos terminales y dolorosos, pero en algunas naciones se ha ido ensanchando el concepto a quienes padecen males que, sin estar próximos a la muerte, sí afectan sus posibilidades de autonomía y, por lo mismo, les generan una merma en su propia percepción de dignidad.

“Desde mi punto de vista y en las pocas que han regulado la eutanasia, sí es un derecho de quienes desean preservar su dignidad o aquellos que no desean prolongar su dolor”, agregó el exprocurador General de la República y exministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Sin embargo, prosiguió Valadés, hay una gran polémica debido a valores religiosos y concepciones éticas, pues hay quienes afirman que el dolor debe ser soportado como una suerte de tributo ante la deidad en la que creen, lo cual es perfectamente aceptable para quienes profesan esa religión, pero inaceptable para quienes no tienen ninguna deidad a quien ofrecer su sufrimiento. ”Por ello es que éste se ha convertido en un tema más del estado laico”.

En condiciones de seguridad

Lo que se pretende, explicó el también miembro del Colegio Nacional, es que los sistemas jurídicos la aprueben dentro de condiciones de seguridad plena, con protocolos médicos y jurídicos muy rigurosos, en favor de quienes deseen ser privados de una vida que ya consideran innecesaria.

“Si el Estado es laico, promueve la ampliación de los derechos de las personas, que de ninguna manera afectan los de los creyentes, pero al revés, los derechos de los creyentes sí afectan los de los no creyentes y eso no sólo es incompatible con un estado laico, sino con uno democrático en general”, aseguró el investigador.

Valores religiosos y concepciones éticas, a debate.

Suicidio asistido

En México, con la voluntad anticipada, que permite a cualquier persona indicar ante un notario su voluntad respecto a permanecer o no conectado a aparatos que garanticen una sobrevida artificial, es un primer paso.

“Falta el siguiente, que es el de permitir el suicidio asistido. ¿Qué ocurre en tanto no se acepta y se legisle?

Que se están produciendo casos eutanásicos de facto, sin que nos enteremos y con un riesgo para quienes generosamente asisten a las personas que lo solicitan. “Que se están realizando numerosos y dolorosos suicidios –individuos que se precipitan de un puente, utilizan un arma de fuego o recurren a barbitúricos o al envenenamiento– porque su sufrimiento es extremo. No hablo de depresiones sino de padecimientos como el cáncer”, expresó Valadés.

La eutanasia evitaría este tipo de determinación que genera traumas múltiples a los enfermos y a sus cercanos que deben hacer frente a una muerte violenta. “Cuando se practica el suicidio asistido, esta etapa trágica se ve atenuada por las condiciones amables que rodean a quienes toman esta decisión”, concluyó.

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