Crece rechazo a políticas económicas

Es inevitable observar cuando uno lee la literatura económica reciente que existe un gran movimiento que rechaza la forma en que se han conducido las economías en los últimos treinta años y que lo rechaza en un terreno pragmático (no ideológico), porque las posiciones neoliberales, lejanas a producir bienestar, han producido una creciente desigualdad, el empobrecimiento de las sociedades desarrolladas y en gran medida el estancamiento de las economías en desarrollo que implementaron su agenda, como es el caso de México.

Los trabajos recientes de economistas, historiadores económicos y politólogos encuentran que el Estado tiene un rol fundamental en guiar las políticas económicas de los países, en la apertura de nuevos mercados y la ampliación del espacio económico para sus ciudadanos y que la mejor política económica es la que lleva por objetivo la mejora de las condiciones de vida de las personas.

Durante más de tres décadas observamos en el mundo un retroceso del Estado para dejar que el mercado asignara todo sin preocuparse de cómo lo haría. Observamos un abandono de las políticas que fomentan el desarrollo económico, como la generación de infraestructura, el impulso a la ciencia básica y las actividades de innovación, de la educación pública y la seguridad social como pilares de la igualdad de oportunidades.

Para parafrasear a Hacker y a Pierson, es como si hubiéramos adquirido una amnesia que nos ha hecho olvidar las cosas que hacen a las naciones prósperas.

No resulta misterioso, por tanto, cómo han crecido dramáticamente las molestias con el proyecto neoliberal y la globalización financiera. Durante las últimas décadas los grandes ganadores han sido las clases medias del sureste asiático y las élites económicas de los países ricos, mientras que el resto ha perdido.

México parece no haber prestado atención a la retirada de la visión económica dominante y la introducción de lo que parece ser un nuevo consenso mundial que ve en la desigualdad, la pobreza y el lento crecimiento problemas que causan volatilidad económica e inestabilidad política.

El país ha olvidado lecciones fundamentales de su propia historia y sus éxitos y fracasos en el camino hacia el desarrollo, como fue la creación de la seguridad social en los años cuarenta. Hoy seguimos retrayendo al Estado de las actividades que hacen que la economía crezca, con una inversión pública históricamente baja, con un gobierno que no busca hacerse de los recursos fiscales que requiere para poder ofrecer servicios de calidad y para poder hacerle frente a los retos que tiene por delante, si es que algún día desea ser un país desarrollado. Hoy tenemos un Estado que administra, pero no impulsa, la vida económica.

Nuestro país necesita reaprender rápidamente estas lecciones sobre la importancia del Estado que se redescubren en el mundo. Cohen y Delong dicen que “la economía es fácil,  lo difícil es la política” y México se ha equivocado en la economía porque se ha equivocado en la política; porque el dogmatismo –y no el pragmatismo– es su hilo conductor.

El proyecto neoliberal –lo que algunos llaman “el proyecto modernizador”– ha estancado el país en una trampa de bajo crecimiento, de pobreza, de creciente desigualdad, porque ha promovido una política que sirve a intereses particulares, que ha servido para hacer fácil la captura del Estado y por lo tanto dificultado que el Estado realmente le sirva a todos…

(Con información de Nexos)

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