Civiles intentan huir de Mosul en medio de balaceras

Entre disparos de armas automáticas y helicópteros que atacan a yihadistas, mujeres y niños corren despavoridos por las calles de Mosul para esquivar las balas. Esta ciudad del norte de Irak se ha vuelto un campo de batalla para los civiles.

Muchos de ellos intentan huir de estos combates. Otros, más temerarios, inconscientes o resignados, prefieren encerrarse en sus casas y colocar una bandera blanca en la fachada para indicar que no están involucrados en los enfrentamientos entre las fuerzas iraquíes y los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).

En el barrio del este de Mosul, la segunda ciudad del país, las hostilidades recomenzaron el jueves, cuando el ejército y la policía lanzaron la segunda fase de su operación destinada a arrebatar la urbe a los extremistas suníes, que la controlan desde junio de 2014.

Varios niños han puesto todo lo que podían en unas bolsas de plástico que cargan a sus espaldas. Una mujer solloza mientras se une a una impresionante multitud de civiles. Todos se dirigen hacia unos autocares de la policía que los llevará a un lugar seguro.

«Había más familias» el viernes, constata el teniente coronel Hisham Abdulkadhim, de las fuerzas de intervención rápida del Ministerio del Interior, que coordina los desplazamientos de los civiles.

Las ONG temen que la atroz batalla de Mosul obligue a desplazarse a más de un millón de civiles. Desde el inicio de la ofensiva, el 17 de octubre, unas 120.000 personas abandonaron sus hogares.

En las calles resuenan los chasquidos de las armas y el ruido de las explosiones. Las fuerzas de intervención avanzan rápidamente pero tienen que actuar con la máxima prudencia.

El EI envía kamikazes en coches cargados de explosivos contra los soldados y los policías.

Un vehículo Humvee del ejército, equipado con misiles antitanque, se encarga de detectar estos coches bomba. Junto a él, un buldócer desplaza bloques de tierra para frenar a los kamikazes.

‘Como si volviera a vivir’

Los helicópteros sobrevuelan la ciudad y abren fuego contra los yihadistas, y éstos replican con pistolas o armas automáticas.

Algunos civiles, movidos por la curiosidad, abren sus puertas para saber qué está ocurriendo, pero los soldados les piden rápidamente que se queden dentro de sus casas, protegidos.

El peligro está en todas partes, desde los bombardeos hasta los disparos de artillería y los cohetes.

Algunos de los habitantes que deciden quedarse en sus casas colaboran con las tropas en su avance.

«Hay un coche bomba detrás de la mezquita», dice un policía, tras obtener la información de un vecino del barrio. Desde su Humvee, un soldado recorre las calles en busca del vehículo, pero no encuentra nada.

Entretanto, una nueva columna de civiles sale de un barrio vecino.

Los yihadistas «nos han sacado fuera», explica asustada Karama Attiyá. «Se esconden en nuestras casas», añade.

Los miembros de las fuerzas de intervención rápida trasladan a los civiles a un edificio donde ondea una bandera blanca.

Poco después, de repente, tras el ruido incesante de las armas automáticas llega una calma relativa. Las fuerzas progubernamentales alcanzaron su objetivo en la parte norte del barrio.

Para los civiles que se quedaron en sus casas, la angustia da paso a una breve tranquilidad y algunos de ellos se atreven a salir a la calle.

Los niños, locos de alegría, hacen el símbolo de la victoria con las manos. Una niña lleva una bandera iraquí dibujada a mano.

«Es la primera vez que salimos en tres días», dice Hasna Yassin. «Siento como si volviera a vivir».

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