AMLO, la re-evolución para México

Busca poner un freno la corrupción, terminar con la impunidad, fortalecer la economía, traer la paz al país y eliminar la desigualdad

Ciudad de México. En las escasas tres primeras semanas de su gobierno, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se ha movido a todo galope para trastornar el orden establecido.

Respaldó una nueva ley para recortar los salarios más elevados del gobierno y aumentar los más bajos, además de que propuso la expansión de programas sociales en beneficio de los pobres y marginados, quienes son su principal prioridad, según ha declarado.

Tomó medidas enérgicas para cancelar la construcción de un aeropuerto costoso y parcialmente construido.

Además, en una estrategia repleta de simbolismo, el día de su toma de posesión, convirtió Los Pinos, la residencia oficial del presidente, en un complejo cultural abierto al público, que generó imágenes de personas comunes y corrientes, a quienes antes se les tenía prohibido el acceso al sitio con un perímetro de seguridad férrea, paseando libremente en sus terrenos con expresiones de asombro y alegría.

Durante su campaña presidencial, López Obrador prometió una revolución. Se comprometió a que, en caso de resultar electo, le pondría un alto a la corrupción, terminaría con la impunidad, fortalecería la economía, traería la paz al país, eliminaría la desigualdad y empoderaría a las minorías que han sido privadas de sus derechos.

Su mensaje fue sumamente popular entre los electores mexicanos, quienes le otorgaron una victoria aplastante en julio y le dieron a su partido, Morena —que ni siquiera existía en la elección presidencial previa—, la mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado.

Estos han sido apenas los primeros días del sexenio de López Obrador. Sin embargo, la celeridad de su arranque en comparación con las expectativas extremadamente altas que cultivó ha llevado a muchos a preguntarse: ¿México está en un punto de inflexión histórico o de una decepción histórica?

López Obrador parece estar muy consciente de que la interrogante está en boca de todos y de que los escépticos y detractores están atentos y vigilantes para señalar el primer atisbo de hipocresía y fracaso.

“A partir de ahora se llevará a cabo una transformación pacífica y ordenada, pero al mismo tiempo, profunda y radical, porque se acabará con la corrupción y con la impunidad que impiden el renacimiento de México”, declaró durante su discurso de toma de posesión del 1 de diciembre.

Un hombre del pueblo

Durante un periodo en los inicios de su carrera política, López Obrador se dedicó a la organización de comunidades indígenas en situación de pobreza en su estado natal, Tabasco. Desde entonces, ha buscado mantener al menos un pie firmemente plantado entre los marginados de la nación.

De este modo, ha marcado un contraste evidente con respecto a su predecesor, Enrique Peña Nieto.

Mientras que a Peña Nieto, miembro de una familia bien conectada políticamente, se le consideraba distante y elitista, López Obrador ha procurado ser accesible, un ciudadano más.

Mientras que Peña Nieto se presentaba refinado y usaba trajes pulcros que le daban una buena apariencia lista para la televisión, a López Obrador se le ve desaliñado, su rostro a menudo tiene un rictus amargo, como el de un tipo que acaba de llegar de la calle y no le ha ido muy bien en el día.

Personas viendo la película «Roma» en Los Pinos, la antigua residencia oficial del presidente que López Obrador convirtió en un complejo cultural. Credit Alexandre Meneghini/Reuters

Al invitar al público a visitar Los Pinos, que durante generaciones fue la propiedad más exclusiva del poder político mexicano, López Obrador cumplió con una de sus promesas de campaña más populares.

Ha comentado que seguirá viviendo en su hogar en el sur de Ciudad de México hasta que el menor de sus hijos termine la escuela primaria, entonces buscará algo a lo que se refirió como “una casa modesta” cerca de Palacio Nacional, su oficina en el centro de la ciudad.

Sigue desplazándose por la capital del país en su Volkswagen 2013, pues renunció al transporte presidencial. Disolvió el Estado Mayor Presidencial —el servicio de seguridad presidencial—, y se rodeó de una escolta conformada por veinte ciudadanos desarmados que constituyen una muestra representativa de la sociedad mexicana.

“No quiero perder la relación con los ciudadanos, con el pueblo”, afirmó. “No quiero que me cerquen”.

Mientras que Peña Nieto rara vez se reunía con la prensa y casi nunca respondía preguntas, López Obrador ha sostenido conferencias de prensa diariamente. Para el presidente, estas sesiones, que comienzan a las 7:00, no solo consolidan la cultura de la accesibilidad, sino que también le permiten controlar la agenda noticiosa del día.

Defensor de la austeridad

Una de las estrategias ejecutivas más audaces que López Obrador ha realizado sucedió antes de que siquiera fuera presidente.

A finales de octubre, anunció que tenía la intención de cancelar la construcción de un nuevo aeropuerto después de un referendo informal que organizó su propio partido y contó con la participación de menos del dos por ciento de los votantes inscritos de la nación. Declaró que el proyecto valuado en 13.000 millones de dólares era dispendioso y que estaba plagado de corrupción.

La decisión de cancelar el proyecto, con una tercera parte de la construcción ya terminada, hizo que el peso y los mercados mexicanos se desplomaran y sembró incertidumbre entre los inversionistas y los líderes empresariales, quienes se mostraron temerosos de que López Obrador adoptara un enfoque arbitrario para manejar la economía.

El esfuerzo para frenar el proyecto ahora está en pausa mientras el gobierno ha tenido que lidiar con los inversionistas para acordar los términos de una recompra de los bonos de construcción.

No obstante, se trató de un primer indicio en la guerra que López Obrador ha declarado en contra del gasto gubernamental ineficiente.

Según la nueva ley propuesta para recortar los salarios más elevados en el gobierno y aumentar los más bajos, ningún servidor público puede ganar más que el presidente y, dado que López Obrador ha establecido que su salario mensual será de 107.692 pesos, unos 5,400 dólares —menos de la mitad de lo que ganaba Peña Nieto—, eso implicó reducciones significativas en los sueldos de más de treinta mil funcionarios.

La ley también eliminó las pensiones de los últimos cinco expresidentes.

“No podemos tener un gobierno rico y un pueblo pobre”, manifestó López Obrador en una conferencia de prensa la semana pasada.

La legislación provocó una avalancha de demandas y la Suprema Corte ha suspendido la ley en tanto se dicta un fallo definitivo.

La austeridad de López Obrador se ha extendido hasta la flota aérea presidencial. Ha anunciado la venta del avión presidencial, otra promesa de campaña, y ahora insiste en volar en aviones comerciales —en clase turista— incluso si eso implica quedarse varado en la pista durante los retrasos inevitables de los vuelos.

Los analistas aplaudieron, debido a su sobriedad y prudencia fiscal, un presupuesto presentado por el secretario de Hacienda de López Obrador el pasado fin de semana, que se espera apruebe el Congreso de la Unión en los próximos días.

Un cambio repentino para el ejército

Durante su campaña, López Obrador atacó una antigua política de usar a los militares para combatir al narcotráfico. Se enfocó en un discurso de reconciliación, e incluso planteó la posibilidad de amnistía para los criminales de bajo nivel.

Sin embargo, durante su primer día completo como presidente, se retractó y respaldó un proyecto de ley que mantendría al ejército en las calles como parte de una Guardia Nacional recién creada, que también incluiría a la policía civil.

“El pueblo de México necesita de sus fuerzas armadas para atender el reto en materia de inseguridad y violencia ahora mismo”, aseveró durante su discurso, rodeado de generales. “Confiamos en las fuerzas armadas”.

Sus críticos han atacado la propuesta como evidencia de que al menos algunas de las promesas que López Obrador hizo durante su campaña eran retórica vacía. El plan también ha preocupado a los defensores de los derechos humanos, quienes dicen que terminará por convertirse en el enfoque de mano dura y fallido que adoptaron sus dos predecesores más recientes.

López Obrador ha dicho que planea someter este tema a una consulta pública en los próximos meses.

Desde que asumió el poder, también ha buscado abordar una de las heridas abiertas en la justicia mexicana: la desaparición de 43 estudiantes en 2014. El caso, que sigue sin resolverse, se convirtió en un escándalo para el gobierno de Peña Nieto, que fue acusado por los defensores de las víctimas de mala gestión de la investigación, en el mejor de los casos, y de ocultar la verdad, en el peor.

En junio, un tribunal federal de México le ordenó al gobierno crear una Comisión para la Verdad y la Justicia que estuviera conformada por funcionarios federales y representantes de las víctimas. El 3 de diciembre, López Obrador creó ese organismo.

 “No nos vamos a lavar manos”, declaró.

Poner a ‘los pobres primero’

En repetidas ocasiones, López Obrador ha prometido proteger a todos los ciudadanos, especialmente a los pobres.

El presupuesto que propuso su gobierno parece cumplir con esa promesa en cierta medida, e incluye aumentos al gasto en seguridad social para las personas de la tercera edad, una expansión de las iniciativas de beca para los estudiantes y miles de millones de dólares para financiar programas de capacitación laboral y de otro tipo para los jóvenes desempleados.

Esto vino seguido de un anuncio de un aumento del 16 por ciento al salario mínimo en todo el país.

López Obrador también ha prometido enfocarse en los estados empobrecidos del sur de México, con la propuesta de impulsar el desarrollo en la región, que incluye el ambicioso proyecto del Tren Maya, que conectará la península de Yucatán con el estado de Chiapas, lo cual estimulará el empleo y el turismo, según afirma el presidente.

El 18 de diciembre, luego del cabildeo de parte del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, el Departamento de Estado de Estados Unidos dijo que el gobierno estadounidense estaba preparado para “invertir y movilizar 2000 millones de dólares” más allá de sus compromisos actuales de desarrollo en México.

La promesa era parte un acuerdo más amplio para apoyar un plan ambicioso, que presentó el gobierno mexicano este mes, con el que se busca fortalecer el crecimiento económico en Centroamérica y la región sur de México como una manera para ayudar a frenar la migración hacia Estados Unidos.

“Durante la campaña dije: ‘Cuiden de todos, escuchen a todos, respeten a todos, pero presten especial atención a los humildes’”, sostuvo López Obrador en una conferencia de prensa. “Por el bien de todos, primero los pobres”.

(Con información de NYTimes)

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