Vivir o morir bajo el terror del crimen organizado

 

Me duele mi país, me duele su gente honesta y trabajadora que no tiene oportunidad de mejorar sus condiciones de vida, me duele la corrupción institucionalizada, sí, esa que es «cultural».

Me duele el abuso de poder que políticos y millonarios nos restriegan en la cara, me duele la violencia hacia las mujeres que son asesinadas porque sí, me duele que las autoridades minimicen los asesinatos de adolescentes y adultas.

Me duelen los miles de desaparecidos de todas las edades.

Me duele la niñez truncada por la creciente delincuencia, me duele ver cómo se promueven los falsos valores del crimen organizado al grado de que niños y jóvenes quieren pertenecer a él.

Me duele ver cómo ha cambiado la vida de quienes en algún momento hemos padecido la inseguridad: más rejas, más candados, más precauciones, más miedo, más voltear hacia ambos lados antes de salir de casa, más desconfianza y división, más deshumanización, cada vez más adaptados a saber, escuchar o ver cadáveres, tiroteos, incendios de autos y bloqueos de carreteras o calles…

Pero si duda, lo que más me duele es que no se ve solución a corto, mediano o largo plazo, estamos en tiempos de promesas por demás inverosímiles, de promesas de proezas, de compromisos que no se cumplirán, de mentiras al por mayor, de giras, de declaraciones, de señalamientos, de falsos apretones de manos, de sonrisas fingidas y de triunfalismos de quienes se trasladan en autos blindados y con personal armado para protegerlos…

La Oración de Hoy es por los niños y adultos que han vivido o muerto bajo el terror del crimen organizado.

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