Violencia institucionalizada debido a la impunidad

Desde el inicio de la humanidad el asesinato forma parte de la vida social. Caín mató a Abel. Por su crimen fue castigado con una marca permanente y exiliado de la comunidad. Ahora ya no es así.

Pensar que se pueda erradicar el crimen en las sociedades actuales es una utopía. Esto no significa:

a)       que los criminales puedan matar a cualquier ciudadano impunemente.

b)      que los criminales puedan matarse libremente entre sí.

c)       que los criminales puedan ser asesinados arbitrariamente por las autoridades.

d)      que desde las propias instancias policiacas se cometen delitos.

No obstante, en México estos tres casos parecen ser lo común.

Para fines explicativos, podemos decir que de cada 1000 crímenes 900 NO son investigados.

De los 100 que son atrapados y van a la cárcel 90 son liberados y 10 son condenados, pero siguen delinquiendo al interior y al exterior de los penales.

De los 90 que vuelven a las calles, todos siguen delinquiendo y eventualmente, algunas decenas son neutralizados por las autoridades.

Ejemplos sobran:

En Chihuahua, 15 personas resultaron muertas por enfrentamiento entre presuntos integrantes de cárteles rivales.

En Guerrero, se registraron 28 muertos por el enfrentamiento entre cárteles al interior del penal de Acapulco.

En Sinaloa, 17 delincuentes fueron neutralizados por miembros de las fuerzas armadas del país.

En Puebla, una banda de secuestradores liderada por el hijo de un funcionario de Seguridad Pública fue atrapada de manera fortuita.

Como puede apreciarse, la impunidad es la constante en muchos casos. En primer lugar, porque no se investiga; en segundo, porque en los pocos casos en que son encarcelados, siguen actuando impunemente; en tercer lugar, porque la ejecución de delincuentes tampoco se investiga ni sanciona en la mayoría de los casos.

El camino a seguir es claro, acabar con la impunidad criminal sin importar si son delincuentes o autoridades quienes los cometen. Hacer efectiva la privación de la libertad para que ya no sigan delinquiendo. Terminar con la colusión de funcionarios con los criminales, tal como se hacía en la antigüedad.

El problema ha crecido tanto en México que, actualmente, no se pueden distinguir con claridad los límites entres la delincuencia organizada y los tres niveles de gobierno.

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