Homofóbicos contra heterofóbicos

En el libre ejercicio del derecho a manifestarse, ambos grupos, heterofóbicos y homofóbicos, salieron a las calles a defender sus puntos de vista, desafortunadamente lo hicieron desatendiendo a la razón.

Unos y otros se atacan, se demonizan, se descalifican y uno esperaría que estas alturas del desarrollo humano, instalados en el Tercer Milenio de la nueva era, las discusiones tuvieran más seriedad, se basaran en la lógica, la ciencia, la verdad.

Los medios de comunicación en lugar de ayudar, amplifican el ruido y dejan de lado las argumentaciones explicativas, conciliatorias, se trata de ganar lectores, videntes, likes, tuis y retuits.

En este marco, los homofóbicos religiosos presentan a la familia heterosexual no sólo como el único modelo válido sino que lo hacen ocultando los defectos que han tenido y tienen las parejas tradicionales, como la violencia intrafamiliar, el machismo, las violaciones, el incesto, el adulterio, etcétera, y circunscriben estas características a las relaciones LGBT.

Los heterofóbicos, por su parte, se autocomplacen presentándose como lo moderno, lo actual, lo cool, lo progresista, al tiempo que califican a los homofóbicos de intolerantes, discriminadores y resaltan todas  las características negativas ya señaladas arriba, como propias de los heterosexuales y se ponen a sí mismos como ángeles o querubines que se aman y se respetan, cuando ciertamente, adolecen de las mismas fallas que sus contrapartes.

Dicho lo anterior, cabe mencionar que dentro del ámbito religioso mayoritario, los integrantes de la comunidad LGBT son pecadores y lo serán en tanto los dioses de dichas religiones no bajen o declaren lo contrario.

En el ámbito del Estado corresponde a los representantes de la sociedad, en particular el Poder Legislativo dar cauce a la iniciativa social y establecer en la ley el derecho o la ausencia de él para que las familias LGBT puedan tener a su cargo menores de edad en calidad de hijos.

El llamado a unos y otros es al respeto y, dentro de los cauces legales, defender sus posturas en favor de una mejor sociedad libre de prejuicios sin discriminar a quienes son diferentes.

Al final de cuentas, la violencia y los abusos no son cuestión de género, profesión, religión o ateísmo.

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