El PRI y el PAN acabaron con la Educación en México

Se supone que la educación es uno de los elementos fundamentales para el desarrollo de las sociedades y los países, pero los políticos corruptos han provocado una crisis en el proceso de enseñanza-aprendizaje que está ampliando las brechas sociales en lugar de reducirlas.

Según el Banco Mundial, los indicadores internacionales de lectura, matemática y escritura, las calificaciones del estudiante promedio en un país pobre son inferiores a las del 95% de los alumnos de los países de ingresos altos.

Somos un país con más de 50 millones de pobres.

¿Cómo llegamos a esta situación en los países en desarrollo?

Me tocó vivir la infancia en otra época, cuando los alumnos iban a la escuela a aprender y los maestros a enseñar.

Luego, las cosas fueron cambiando. Me tocó ver como en lugar de una correspondencia natural entre diez aciertos de diez preguntas correspondían a un 10 de calificación, se pasó a ocho aciertos igual a 10, siete aciertos igual 9, seis aciertos igual 8, cinco aciertos igual a 7, cuatro aciertos igual a 6, tres aciertos igual a 5, dos aciertos, un acierto o 0 aciertos igual a 4.

Por si fuera poco, estaban los puntos por tareas, participación, puntualidad y asistencia.

Primero el PRI, luego el PAN, y luego otra vez el PRI, se han encargado de acabar con el Sistema Educativo mexicano. Todo por la corrupción.

Fieles seguidores de las políticas fijadas por los organismos internacionales, el sistema educativo fue sujeto de tales parámetros, pero solo de manera nominativa.

Si se pedía que el índice de analfabetismo fuera menor, el gobierno ordenaba que así fuera. Y así, el número de analfabetas descendía gracias a la corrupción del INEA, de los capacitadores y de los sindicatos, que se dedicaban a repartir certificados de alfabetización como si fueran despensas en tiempos electorales.

Si se pedía que el nivel educativo fuera al menos de primaria, de nuevo entraba en funciones el gobierno corrupto que destinaba recursos (eso sí) al mismo instituto, a los mismos sindicatos, a los mismos capacitadores y a los maestros de las escuelas públicas y privadas a bajar el número de reprobados y extender los certificados de primaria. Todo validado por la SEP, desde luego.

Luego pidieron que el nivel mínimo de educación fuera de secundaria y de nuevo, la varita mágica de la corrupción operó y ahí tienes que los alumnos terminaban los estudios de secundaria, sin saber nada con un certificado avalado por la Secretaría de Educación Pública.

Lo mismo pasó luego en el nivel de bachillerato, donde los diversos sistemas (Cobach, Conalep, CBTA, CBTIS, preparatoria…) se supone que debían dar, a la par que educación, una capacitación para el trabajo como técnicos, y de nuevo el mismo esquema: presión a los maestros, para aprobar a los muchos alumnos que en este nivel ya arrastraban deficiencias imposibles de solventar en un curso normal.

Había que incrementar la eficiencia terminal y así se hizo (nominalmente), en este mundo de apariencias, de auto engaño, de corrupción de los gobiernos priistas, panistas y hasta perredistas.

También dijeron los organismos internacionales. Hay que evaluar la calidad de la educación y por arte de magia aparecieron programas de evaluación que nuevamente derrocharon dinero para decir que se estaba en la ruta de una educación de calidad.

Esta criminal actividad ha dejado sin oportunidad a millones de jóvenes mexicanos para mejorar en la escala social y económica, los ha condenado a la miseria. Sólo les ha dejado los peores caminos, cuyas consecuencias sufrimos casi todos.

Así es como llegamos a esto que denuncia el Banco Mundial:

Aunque en muchos casos completan la educación primaria e incluso secundaria, los estudiantes no logran calcular el cambio correcto cuando compran algo, no pueden comprender una receta médica o interpretar una campaña publicitaria.

De esto se vale el mismo gobierno corrupto, junto con la élite, para seguir engañando a esos mismos a quienes les arrebató su futuro, con despensas, tarjetas rosas, Rosas de Guadalupe y Fridas Sofías…

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