De mantos freáticos, 85% del líquido que se consume en México

Casi 85 por ciento del agua que se consume en el país es subterránea. Ello se debe a que del total de líquido presente en el continente, 97 por ciento se ubica como agua en esas condiciones, y sólo tres por ciento es superficial; con ella se sostiene la agricultura, la industria y demás actividades humanas, así como los ecosistemas.

No obstante, explicó J. Joel Carrillo Rivera, investigador del Instituto de Geografía, respecto del agua subterránea de la Cuenca de México tenemos más preguntas que respuestas, no sabemos claramente cómo está trabajando esta fuente. “Si no se conoce su funcionamiento, cualquier extracción de un reservorio que es dinámico, impide saber cuál será su respuesta en el futuro”.

Las autoridades correspondientes han mencionado que en Ciudad de México hay disponibilidad de agua para los próximos 40 años. “No obstante, el tamaño del cuerpo de agua subterráneo al que se refieren es de un décimo o menos de la dimensión de todo el sistema de la cuenca. Eso querría decir que hay mucho más que entender”.

Eso no implica que “podemos hacer lo que queramos con esa fuente. Se debe tener claro cómo funciona para utilizarla afectando lo menos posible a otros componentes del ambiente como la vegetación, el suelo y su hundimiento, los ecosistemas en general y al agua misma”.

Tal conocimiento, puntualizó el hidrogeólogo, debe ser en tres dimensiones: hasta el fondo de todo el contenedor del vital líquido, que es la roca basamento, y que en la ciudad capital no se sabe exactamente dónde está.

Se conoce que las rocas que contienen agua tienen más de cinco mil metros de espesor, se han construido pozos recientes de dos kilómetros de profundidad, pero falta ver más abajo. “Hidrogeológicamente, el agua subterránea sigue hasta cerca de los cinco kilómetros de profundidad”.

El universitario consideró que no hay interés en el sistema de agua subterránea. Al día de hoy sólo se hacen balances hídricos basados en datos que no se miden, como la evapotranspiración y la escorrentía. Por ejemplo, la cantidad de agua que llueve no se mide en forma estricta, porque sólo una parte de ella se infiltra y es menester conocer dónde, así como los procesos relacionados; tampoco hay datos congruentes de cuánta agua se extrae.

Sólo se cuenta con balances de masa (cuánta agua entra, cuánta sale y cuánta se queda/pierde), con valores que no se miden, sólo se estiman, y eso nos pone en problemas graves, apuntó.

Además, ese recuento no incorpora la calidad del agua que se extrae, lo que es una limitante muy importante y, en términos prácticos, es una dificultad recurrente en muchas partes de la República Mexicana.

Balance de masa

En México, la evaluación denominada Disponibilidad de Agua se ha hecho con base en la Norma CONAGUA-011 y se sustenta en el balance de masa. Bajo ese esquema sólo se refiere a volúmenes en bloque, pero no se incorpora su comportamiento, su calidad, su liga con controles ambientales, como el hundimiento del suelo, entre otros, insistió el experto.

“Si no tenemos una visión clara del funcionamiento del agua mediante sus sistemas de flujo, seguiremos con la misma historia de no saber acción-respuesta. En cambio, si conocemos a fondo los sistemas de flujo, tendremos control y sabremos también dónde obtenerla, en qué cantidad y de qué calidad.”

Sin embargo, mencionó, parecería que el problema es que no se quiere que se sepa cuánta agua tenemos y cómo trabaja. Se dice que no hay agua, cuando lo que debiera establecerse con claridad es que son los tubos y bombas para extraerla y distribuirla lo que es necesario mejorar.

Un ejemplo de ello, destacó, es que se desconoce cuántos pozos hay en Ciudad de México y su extracción correspondiente. El Cutzamala se construyó porque se decía que no era deseable extraer más agua subterránea. “Quisimos saber cuántos pozos había antes y cuántos hay en la actualidad, pero es imposible”.

Pero eso no es lo relevante, remarcó Joel Carrillo. Lo que se debe subrayar es que la cantidad de agua que viene de ese sistema no representa ni siquiera las pérdidas por las filtraciones en tuberías, tinacos y la toma clandestina de los huachicoleros del agua, que la sacan en pipas para venderla donde falta debido al existente sistema de abastecimiento deficitario.

Mientras se mantenga la secrecía sobre los datos y se evada conocer el funcionamiento del sistema acabaremos igual que en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, “donde se anunció que ya no habrá disponibilidad del líquido dentro de muy poco”.

(Con información de Gaceta UNAM)

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