Ciudades mexicanas en riesgo por transporte de materiales peligrosos

Para reducir el riesgo de accidentes en el transporte de materiales peligrosos, debe haber límites de velocidad en las carreteras y rutas adecuadas dentro de la ciudad para el paso de los camiones que los llevan, indicó Angélica del Rocío Lozano Cuevas, investigadora del Instituto de Ingeniería.

“Si bien muchos vehículos articulados y unitarios que transportan materiales peligrosos (gasolina, diésel y turbosina, así como cloro y amoniaco) tienen un control de velocidad automático, todos deberían regular su velocidad; además, los conductores de los demás vehículos deberían estar en condiciones de identificar fácilmente cuáles son los que llevan ese tipo de materiales, para que tengan especial cuidado con ellos.”

Lo ideal, añadió, es que todos los vehículos circulen con la mayor seguridad, pero no siempre es así. Por ejemplo, muchos camiones repartidores de cilindros con gas están en malas condiciones por falta de mantenimiento.

Aunque se requieren análisis específicos acerca del impacto de cada material peligroso en caso de accidente, la investigadora propone, de manera muy general, que esos transportes circulen de día o de noche, dependiendo de lo que causaría el material peligroso y de la cantidad de población que podría afectar dentro de los edificios, en la calle y en vehículos en el tráfico.

Ordenamiento territorial y desarrollo urbano

De acuerdo con datos de 2010 de un estudio de la investigadora sobre el transporte de gasolina y cloro en Ciudad de México –los cuales aún son actuales–, también es indispensable poner en marcha un ordenamiento territorial gradual que promueva el desarrollo urbano con mezclas de usos de suelo que sean compatibles, de modo que si ocurre un accidente en una industria, o con un camión que lleva materiales peligrosos, no afecte zonas habitacionales o donde haya muchas personas.

El cloro es el más peligroso que se transporta en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) y la gasolina el que circula con mayor frecuencia; el primero va a las industrias o puntos de producción, el segundo a las estaciones de servicio.”

En 2006, la especialista universitaria hizo un estudio que le permitió identificar zonas adecuadas para implementar Áreas de Uso Exclusivo de Actividades Logísticas (ARAL) en la ZMVM, conformada por Ciudad de México y parte del Estado de México, las cuales pudieran ser reservadas en cuanto a los usos de suelo permitidos, con el propósito de mejorar el transporte de carga en general, incluyendo el de materiales peligrosos, en el Valle de México.

Sin embargo, no se le hizo caso y la metrópoli siguió creciendo desordenadamente. De este modo, tanto en Ciudad de México como en el Estado de México ya se perdieron las zonas identificadas entonces para las ARAL; con todo, aún podrían ser detectadas otras con el propósito de avanzar hacia un ordenamiento territorial.

Lozano añadió que si bien hay muy pocos accidentes durante el traslado de materiales peligrosos, en la ZMVM no estamos preparados para una evacuación ni informados sobre qué hacer en caso de una explosión, una nube tóxica u otros eventos.

La normatividad es muy estricta, pues establece que los contenedores de tráileres, pipas y demás camiones deben ser completamente seguros para que, en caso de accidente, no se rompa la válvula y escapen los materiales. No obstante, a veces no se cumple”, finalizó Lozano Cuevas.

Peligro diferenciado

Cada día, cantidades ingentes de materiales peligrosos son transportadas en las zonas urbanas de todo el mundo: explosivos, gases, líquidos y sólidos inflamables, oxidantes y peróxidos orgánicos, sustancias tóxicas e infecciosas, así como radiactivos, según una clasificación de la Organización de las Naciones Unidas.

Sin embargo, en caso de accidente, el riesgo para la población no resulta igual en todas las ciudades. Es menor en las de los países desarrollados, donde los puntos de destino de esos materiales no se combinan con otros usos de suelo, como sí sucede en las grandes urbes de México.

“El paradigma de esta situación de usos de suelo incompatibles es la ZMVM. En ella, el suelo habitacional se mezcla con el comercial y el industrial”, advirtió.

Por la falta de un orden territorial y un crecimiento urbano sin un plan integral, hay usos de suelo que entran en conflicto. Lo malo es que los grandes orígenes y destinos de los materiales peligrosos están rodeados de áreas habitacionales, aunque la mayoría de las instalaciones que generan o atraen ese tipo de materiales se establecieron hace años en lugares alejados de donde vivía la población, concluyó.

IDENTIFICACIÓN

El estudio realizado por Rocío Lozano Cuevas en 2010 reveló que en Ciudad de México, tres depósitos de gasolina abastecían a 324 estaciones de servicio que demandaban aproximadamente 25 millones de litros al día.

Dichas estaciones son surtidas por camiones cuyos tanques pueden contener 20 mil litros de gasolina o diésel. Esos vehículos realizan unos mil 200 viajes al día y todos recorren diariamente más de 26 mil kilómetros, con un promedio de 22 kilómetros por entrega dentro del área urbana de la capital del país.

Sobre el cloro, se descubrió que tenía cuatro orígenes fuera de la capital del país y seis plantas como destino ubicadas dentro de sus fronteras. Y los camiones que lo transportaban (se desconoce cuántos circulaban) cruzaban áreas pobladas.

De este modo, un accidente por la rotura de la válvula de un camión dejaría escapar cloro, lo cual sería desastroso en la Zona Metropolitana del Valle de México. En 2005, uno con amoniaco chocó contra un autobús en Sinaloa. Murieron casi todas las personas involucradas, no por el impacto, sino por la intoxicación.

El cloro, como el amoniaco, forma una nube tóxica cuya área de expansión es de varios kilómetros. En cambio, una explosión por gasolina afecta un área de unos 500 metros a la redonda.

(Con información de Gaceta UNAM)

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