Uno de cada 10 mexicanos muere de cáncer

Los tumores malignos ocasionan más de 10 por ciento de las muertes y son la tercera causa de decesos en México. Este es un problema de salud pública y todo indica que será mayor conforme pasen los años.

No obstante, la carencia de recursos humanos e infraestructura especializados limitan las posibilidades de enfrentar la epidemia, advirtió Enrique Soto Pérez de Celis, del Servicio de Geriatría del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ).

Hemos adoptado estilos de vida que nos predisponen a padecimientos que antes no teníamos, como cáncer de colon y mama, que se relacionan con la obesidad, por ejemplo. Y ello, en el contexto de un sistema de salud que fue diseñado para enfrentar enfermedades infecto-contagiosas, pero no las crónicas y complejas que requieren abordajes multidisciplinarios.

Retos

Al participar en el Simposio Avanzando las Ciencias Médicas a través de la Investigación Multidisciplinaria, realizado en el Instituto de Investigaciones Biomédicas, señaló que las predicciones refieren que la incidencia de cáncer en 2035 aumentará cerca de 58 por ciento en menores de 65 años, y en adultos mayores el número de casos nuevos se multiplicará 160 por ciento. “Es un grave problema para el que nos tenemos que preparar”.

En torno al tema se enfrentan retos como la falta de datos epidemiológicos confiables, la carencia de personal de salud, problemas de acceso a la atención médica y deficiencias en investigación y desarrollo, precisó.

Al hablar de cáncer en México recordó que hay sólo 1.07 oncólogos –contando médicos, quirúrgicos y radioterapeutas– por cada cien mil habitantes, cuando nada más en Texas, Estados Unidos, hay 4.5. Para una población de más de cien millones de mexicanos, se cuenta, según el Consejo Mexicano de Oncología, con 383 oncólogos médicos, 864 cirujanos oncólogos y 237 radiooncólogos. “Y en infraestructura también estamos limitados, con poco equipo de radioterapia, aceleradores lineales y unidades de braquiterapia, entre otros”.

Soto Pérez de Celis dijo que hasta hace poco el cáncer se medía utilizando estadísticas de mortalidad, registros histopatológicos de los centros de cáncer y por reportes epidemiológicos. Había una necesidad grande de fundar un Registro Poblacional de Cáncer, el cual se creó en 2016. Hoy en día, cinco ciudades (Mexicali, La Paz, Campeche, Mérida y Guadalajara) ya registran sus casos; cuatro más están por integrarse. En esas urbes se han documentado en lo que va de 2018, dos mil 329 casos. En la Ciudad Blanca, por ejemplo, el cáncer más común es el de mama en mujeres, y el de próstata y riñón en varones.

Este reto debe enfrentarse con prevención, sistemas de salud resilientes centrados en males crónico-degenerativos y la creación de equipos multidisciplinarios; hay que garantizar el acceso a la atención médica, aumentar la cobertura de todas las neoplasias, generar fondos de protección para personas vulnerables, como indígenas y adultos mayores, y crear conocimiento que influya en la atención que se da a los pacientes, concluyó.

En el encuentro, co-organizado por la Facultad de Medicina, el INCMNSZ, el Shaare Zedek Medical Center y la Bar-Ilan University, de Israel, Ephrat Levy-Lahad, directora del Instituto de Genética Médica en ese hospital israelí, miembro del Comité de Bioética Internacional de la Unesco y ganadora del 2018 EMET Prize, recordó que antes el hecho de que el cáncer pudiera ser hereditario se pensaba como una locura, pero en los años 90 los genes BRCA1 y el BRCA2, principales en esa enfermedad, fueron clasificados. “Uno de cada cuatro judíos asquenazí, hombres y mujeres, tiene mutaciones en esos genes; 11 por ciento del cáncer de mama y 40 por ciento del de ovario en esa población padece esa causa”.

Ahora se sabe que las mujeres que tienen cáncer de mama por mutaciones en BRCA1/2 deben ser tratadas de forma diferente porque son sensibles a distintos tipos de quimioterapia e inhibidores biológicos. “Las mutaciones tienen una implicación terapéutica”.

Esos datos señalan que puede identificarse a los portadores antes de que sean afectados y prevenir el padecimiento. Por ejemplo, hay una oportunidad en la salpingo-ooferectomía (eliminación de ovarios y trompas de Falopio), que eleva la tasa de supervivencia, expuso.

Al inaugurar el simposio, al que asistió el embajador del Estado de Israel en México, Jonathan Peled; David Kershenobich, director del INCMNSZ, expuso que el objetivo del encuentro es el intercambio de ideas e investigación original, y establecer la posibilidad de colaboración entre científicos mexicanos e israelíes.

Mayores nexos

La UNAM fortaleció sus vínculos académicos y científicos con Israel a partir del seminario. Durante su clausura, el rector Enrique Graue Wiechers aseveró que es necesario ampliar los nexos con esa nación que invierte 4.28 por ciento de su producto interno bruto a ciencia, tecnología e innovación, mientras México apenas destina 0.55 por ciento.

“De Israel tenemos mucho que aprender. Viene toda una revolución por delante en nanotecnología, inteligencia artificial, robótica. México tiene mucho que hacer para poder ver al futuro con mayor claridad. Tenemos que buscar socios académicos en otras partes del mundo para sumar esfuerzos”, subrayó.

En el Auditorio Doctor Alfonso Escobar Izquierdo, Graue Wiechers expuso que en Web of Sciences suman cerca de 350 los artículos escritos entre investigadores mexicanos e israelitas en los últimos 12 años y esta cifra debe multiplicarse.

También, dijo, se requiere impulsar el intercambio académico a nivel de posgrado y explorar la posibilidad de establecer doctorados con doble titulación. “Para que los lazos de colaboración se vayan haciendo cada vez más fuertes con Israel y con el mundo”.

En su oportunidad, William Lee, coordinador de la Investigación Científica, apuntó que las áreas de colaboración pueden ser muchas: además de la biomedicina están las ciencias de la tierra, la física y las matemáticas. Explicó que la Universidad Nacional cuenta con proyectos de investigación sobre zonas áridas, aprovechamiento de la energía solar, entre otros, que pueden ser de interés para Israel.

En tanto, Benjamín Sredni, director del Instituto Safdie de Investigación sobre Cáncer, Sida e Inmunología de la Universidad Bar-Ilan, expresó que el seminario consolidó la vinculación de científicos y médicos de ambas naciones. “Salimos de aquí no como extraños, sino como amigos verdaderos que trabajarán juntos”.

David Kershenobich hizo un resumen de las conferencias que se presentaron durante dos días en los que se abordaron temas como la canasta de servicios de salud pública en Israel, la genética del cáncer de mama, la contaminación ambiental y el daño al ADN de recién nacidos, y el diseño computarizado de medicamentos, entre otros.

En el cierre del seminario participó también Patricia Ostrosky, directora del Instituto de Investigaciones Biomédicas.

(Con información de Gaceta UNAM)

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