Plagas de langostas, factor del colapso maya

Durante el periodo clásico maya (800 años después de Cristo), esa gran civilización sufrió lo que se conoce como el colapso maya. Entonces las plagas de langosta eran fuertes y grandes. A los campesinos les comían sus milpas, el techo de sus casas y hasta la ropa que usaban.

Esto narró el investigador Fabio Flores Granados, del Centro Peninsular en Humanidades y en Ciencias Sociales (Cephcis), quien aporta un singular abordaje al análisis de este tema, incluyendo el factor ambiental en los estudios sobre este ocaso civilizatorio.

“El impacto que tuvo la plaga de langosta no había sido considerado en todas las teorías que hay sobre el colapso del clásico. Los datos que tenemos señalan que fue uno de los elementos que contribuyeron a esta crisis ecológica y social. Trajo hambre, había pueblos que fueron abandonados por completo porque llegaba el animal”, indicó.

Representación de sáak’ comiendo una planta de maíz. Vasija de cerámica incisa, K6998, estilo Chocholá, del clásico tardío ca. 600-900 d. C. Imágenes: cortesía de Fabio Flores.

Nubes de insectos

La langosta voladora (Schistocerca piceifrons piceifrons) es un insecto, del mismo orden de los grillos, que se alimenta de hasta 400 especies vegetales. Tiene un gran potencial reproductivo y un comportamiento gregario.

Se encuentra distribuida en el sureste de México (Campeche, Chiapas, Tabasco, Quintana Roo y Yucatán) y es una de las plagas agrícolas más importantes de esa región. En 24 horas consumen hasta cinco veces su peso, así que son devastadoras de cultivos como maíz y frijol, entre muchos otros.

“Las plagas de langosta en la antigüedad eran nubes de insectos de hasta 20 kilómetros y 800 toneladas. Al pasar por algún lugar comían toda la vegetación fresca (pues toman agua a partir de lo que comen), arrasaban con todo e iban recorriendo desde el norte de la península hasta la zona del Usumacinta. Se iban por Centroamérica y hay datos de que llegaban a Colombia y Perú”, relató el biólogo y doctor en Antropología.

Su investigación une sus dos profesiones y parte de la etnobiología, que examina las relaciones entre las sociedades humanas y su entorno natural con énfasis en cómo se apropian de los recursos, en este caso faunísticos. Flores Granados estudia los artrópodos, un grupo muy grande que incluye a insectos, arañas, crustáceos (cangrejos y camarones) y a los ciempiés. “La crisis que hubo en el clásico fue climática, social, política y económica. Cuando llegaron grandes cantidades de insectos a comerse las milpas, entraron en crisis alimentaria grandes ciudades como Uxmal. Esto ocasionó que la civilización del clásico maya se disgregara, se deshiciera y se repartiera por toda la península. Lo conocemos como periodo posclásico”, explicó.

Iconografía y epigrafía

En su trabajo, es difícil recuperar información, pues los restos animales se deshacen en el contexto arqueológico. “Nuestros estudios se remontan a los inicios de la humanidad y las evidencias de estos insectos se pierden”, comentó.

Por ello, sus fuentes de información son la iconografía, que revela cómo plasmaron los pobladores de la antigüedad a estos animales en vasijas, pinturas rupestres, grabados o en pinturas murales; y la epigrafía, que aborda el estudio de sus lenguas escritas.

“En el área maya hay muchas representaciones de artrópodos e insectos en vasijas que corresponden a los periodos de la cultura maya prehispánica, aproximadamente del 400 a. C. hasta el mil 400, la época de la conquista. Indica que estos artrópodos tuvieron importancia en esa cultura”, señaló Flores Granados. Con sus colaboradores, ha encontrado vasijas donde se representa al animal en diferentes estadios de su vida (ninfa, adulto), comiendo mazorcas. “Hay toda una colección de platos cerámicos y sus motivos son alusiones a esta plaga y a este insecto”.

El experto también recurre a fuentes etnohistóricas, escritos de los misioneros y demás religiosos españoles, que hicieron a partir de la información de los indígenas. Los mayas relataban a los cronistas y éstos los traducían al español.

“A este animal se le ve como un demonio. Como la lengua maya está viva, podemos encontrar datos y alusiones a sus efectos nocivos hacia la milpa. Hay un nombre genérico maya para todos los grillos o lo que se le parece, pero a la langosta le llaman sáak’, es una personalidad distinta, a la que se le teme y se come la milpa.”

Hasta nuestros días, las plagas de langosta se reportan en la península de Yucatán. “La Sagarpa y otras instituciones tienen su base de control de langosta en Yucatán, pues aquí el problema ha sido muy grave”, subrayó.

Dibujos 927, 928 del jeroglífico de Chapultepec, Códice Boturini 9, Códice Mendoza 34, 3. Figuras 929 y 930, Códice Fejérváry-Mayer 5 (Tomado de Seler, 2004:319).

Usos medicinales

En su estudio, Flores Granados también se ha adentrado en los usos medicinales de los insectos. “Revisando códices y relaciones de la época colonial temprana (siglo XVI), hicimos un rescate de hasta 43 tipos de animales utilizados para curar distintos tipos de enfermedades”.

Los mayas antiguos tenían terapias a partir de insectos y los expertos la rescatan mediante las narraciones de los misioneros. “Para comprobar estos usos, vamos a las comunidades maya hablantes y hacemos trabajo de campo; preguntamos y platicamos con los curanderos. Con la tradición oral podemos comprobar la información de estos manuscritos que nos hablan de épocas antiguas”.

Con apoyo de un proyecto PAPIIT han comprobado que, actualmente, cerca de la mitad de los 43 usos medicinales o remedios aún se usan. “Lo hemos verificado en campo, aunque hay muy pocas comunidades maya hablantes y quienes tienen el conocimiento son los abuelos. Los jóvenes ya no conocen al sáak’, lamentó.

Mieles nativas como la de melipona se usan para infecciones de ojos y oídos, así como para afecciones respiratorias. “Esta abeja melipona está siendo desplazada por las comerciales”, apuntó.

En las vasijas también aparecen cangrejos y camarones. Un tipo pequeño de cangrejo se usa como alimento y como carnada de pulpo.

“En la antigüedad, la captura de estos crustáceos pudo ser intensa, pues son fáciles de atrapar. Antes, los humedales rodeaban la península, hoy sólo hay tres zonas. Antes se pescaban en humedales, estuarios y lagunas.”

Flores Granados señaló que los cambios ambientales producto del deterioro que crean los seres humanos ha trastocado toda esa cultura, pues los medios escasean. La gente ha dejado de recrear esta tradición por falta del recurso. Ante la pérdida acelerada del hábitat, se pierde también conocimiento y cultura.

“Esos granitos de arena que podemos aportar ojalá nos ayuden a concientizar. Llevamos a las comunidades esta información. La difundimos en escuelas para que los jóvenes no pierdan la tradición. Son obras modestas pero es el radio de acción que tenemos. Eso nos alienta”, finalizó.

(Con información de Gaceta UNAM)

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