Nuevas luces sobre el impacto del meteorito en Chicxulub

Hace 66 millones de años, en unos cuantos segundos, la llegada de un asteroide cambió la historia del planeta, llevando a una extinción masiva de 76 por ciento de la vida en la Tierra, incluido el grupo de reptiles que dominaba los continentes: los dinosaurios. La vida en lo que hoy se conoce como el cráter Chicxulub, en la península de Yucatán, se esfumó literalmente.

Ahora, un estudio de las rocas de la zona de impacto, colectadas por un grupo internacional en el que participan investigadores de la UNAM, sugiere que la vida se recuperó en unos 30 mil años, es decir, más rápido de lo que se pensaba, mencionaron Jaime Urrutia Fucugauchi y Ligia Pérez-Cruz, especialistas del Instituto de Geofísica y líderes de la investigación.

El choque, explicó Urrutia Fucugauchi, generó altas temperaturas y presiones con la formación de un cráter tipo multianillo, con un diámetro de alrededor de 200 kilómetros en la zona de Yucatán. Los efectos del impacto afectaron los sistemas de soporte de vida en el planeta causando una extinción masiva. Pero la intensidad de sus efectos varía respecto a lo cerca o lejos que se estaba del sitio, por lo que hay gran interés en saber qué pasó en el lugar del suceso.

“Los primeros resultados indican que la recuperación de la vida fue en un periodo muy corto, en tiempo geológico, alrededor de unos 30 mil años. Todos suponíamos que este lapso sería mayor, pues por la colisión del meteorito los cambios ambientales fueron drásticos, con temperaturas altísimas, grandes cantidades de polvo suspendidas en la atmósfera, inhibición de la fotosíntesis, liberación de gases tóxicos, lluvia ácida, acidificación de los océanos, realmente fue una zona afectada”, precisó Pérez-Cruz.

Por la colisión del meteorito los cambios ambientales fueron drásticos, entre otros, temperaturas altísimas, grandes cantidades de polvo suspendidas en la atmósfera e inhibición de la fotosíntesis.

Exploración Universitaria

Urrutia Fucugauchi destacó que las primeras perforaciones en la plataforma de Yucatán, en el área del cráter de Chicxulub, se efectuaron a inicios de los años 90 del siglo pasado, para lo cual recibieron apoyo de Fundación UNAM, y con lo que obtuvo una serie de muestras de roca del sitio que sufrió más daños debido a la llegada del bólido a finales del Cretácico.

Posteriormente, en 2013, el buque oceanográfico Justo Sierra de la UNAM navegó sobre la plataforma marina de Yucatán para hacer una serie de estudios geofísicos y geotécnicos y definir nuevos puntos de perforación idóneos en el sector central del cráter.

Esto permitió definir el sitio para una nueva perforación marina que fue llamada Expedición 364 del Programa Internacional de Descubrimientos en los Océanos (IODP, por sus siglas en inglés) y se efectuó en 2016.

El trabajo, presentado en la revista Nature, fue realizado con los núcleos de perforación tomados en esta oportunidad, los cuales fueron analizados al principio en el centro de investigaciones marinas Marum de la Universidad de Bremen, Alemania.

Como parte de los estudios iniciales, muestras de los núcleos están siendo examinadas por los diferentes grupos participantes en el proyecto. Las del grupo de la UNAM se estudian en las instalaciones de los laboratorios de Paleoceanografía y de Análisis de Núcleos, del Programa Universitario de Perforaciones en Continentes y Océanos. Estas muestras representan un libro completo que ha sido abierto por los científicos y comienza a revelar los secretos de lo ocurrido antes, durante y luego de la llegada del bólido a Chicxulub.

Microfósiles y nanoalgas

En las rocas lo que han encontrado los especialistas es una serie de microorganismos marinos, llamados foraminíferos, similares a las conchas marinas, y nanoalgas calcáreas, que gracias a las condiciones de circulación oceánica pudieron ocupar esos espacios y, posteriormente diversificarse y evolucionar.

“Lo que estos microorganismos nos dicen, y es lo que estamos analizando en el artículo, es cómo la productividad marina se recuperó en este ambiente afectado por el impacto”, añadió Pérez-Cruz.

Urrutia Fucugauchi enfatizó que las poblaciones de microorganismos marinos fueron las que sufrieron las tasas de pérdida más altas; se considera que la parte marina fue la más afectada, pues se calcula que más de 90 por ciento de los foraminíferos se extinguió, por lo que las especies reportadas ahora son muy distintas a las que estaban.

Los microfósiles documentados, que pertenecen a un grupo de microorganismos que hay aún hoy en día en la superficie del agua y en los sedimentos marinos, son evidencia de que otras formas de vida microscópicas llegaron al cráter luego del impacto y sirven como una referencia para reconstrucciones ambientales o control de edad.

“Eso abre una serie de preguntas porque ahora hay que revisar si fueron las condiciones locales las que permitieron la recuperación, qué variaciones hay en la parte del cráter y cómo fue la evolución del sistema para poderlo comparar con otras zonas y revisar los patrones de evolución”, consideró Urrutia Fucugauchi.

“Habrá que continuar analizando lo que indican otros microfósiles, complementar el modelo de edad, definir con mayor precisión las tasas de sedimentación dentro un contexto regional del Golfo de México. Todavía hay mucho por hacer”, dijo Pérez-Cruz.

Las investigaciones

En un inicio las investigaciones se centraron en estudiar los efectos del impacto, los grupos afectados y los mecanismos de extinción y se han ampliado, analizando las especies sobrevivientes, extinciones secundarias, efectos en los ecosistemas y en la diversificación.

Los estudios que revisan los efectos en tiempo y espacio son críticos para entender las relaciones, causa-efecto, afectaciones globales, regionales y locales. Los resultados permiten entender las causas y efectos de las extinciones en la desaparición masiva del fin del Mesozoico y son de interés para comprender otras extinciones masivas, incluyendo las actuales asociadas a la actividad antropogénica.

Los resultados de las indagaciones, además de otros análisis realizados por los 32 investigadores de los 17 países que integran el proyecto, serán presentados del 3 al 9 de junio en la reunión internacional en Mérida, Yucatán, en donde asistirán más de 60 especialistas.

(Con información de Gaceta UNAM)

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